18/1/09

Siempre tendremos Guayaquil

Marea que enamora a la luna eternamente,
creciente infinito como albergue de olvidados,

misas acuchilladas, Nietzsche sangrando,

campamento para el amor y el silencio.


Es la misma carretera la del cielo, la del infierno,

con tacones las sombras se acercan,

jugando al amar, al lago desbordar,

artistas de las perlas, de los besos a medida,

cuando el mar es una mala compañía.


Calles abarrotadas por los polvos del sol,

las ventanas abiertas a los ahoras,

aves blancas desplegando valor,

alguna voz legendaria que naufraga,

la calzada reconciliada con el amor.


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