Siempre tendremos Guayaquil
Marea que enamora a la luna eternamente,
creciente infinito como albergue de olvidados,
misas acuchilladas, Nietzsche sangrando,
campamento para el amor y el silencio.
Es la misma carretera la del cielo, la del infierno,
con tacones las sombras se acercan,
jugando al amar, al lago desbordar,
artistas de las perlas, de los besos a medida,
cuando el mar es una mala compañía.
Calles abarrotadas por los polvos del sol,
las ventanas abiertas a los ahoras,
aves blancas desplegando valor,
alguna voz legendaria que naufraga,
la calzada reconciliada con el amor.
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