24/1/08

Poesía de Baudelaire en domingo II

En este instintivo dualista, la sensibilidad y el análisis andaban por separado; y mientras con su sentimiento o su intuición oscuramente creía en el Dios cristiano, su razón se alejaba de él, dando así origen a su agonía, a su revuelta o a su blasfemia.

Dios -escribe Baudelaire- es el eterno confidente en esta tragedia en la que cada cual es el héroe.

El poeta desea creer, pero no puede.


Yo deseo con todo mi corazón (y sólo yo mismo sé con cuanta sinceridad lo digo) - escribe el poeta – creer que un ser exterior e invisible se interesa en mi destino; pero ¿Cómo hacer para creerlo?

Su Dios, cuando aparece, su Satán, su misterio, son también cristianos aproximadamente.

Así, “Dante ateo”, Pascal nuevamente asombrado, Miguel Ángel sin respuesta, Beethoven otra vez sordo al llamamiento divino, Baudelaire subsiste también por sus estrofas misteriosas, que no pueden ser sintetizadas sin adulteración ni captadas en otra forma que no sea su lectura misma.

Mezcla de angustia y precisión, misterio y lucidez, sueño y lujuria, ese es el hombre y el hombre busca siempre un espejo para su abismo.

La poesía, por poco que uno quiera ahondar en sí mismo, interrogar su alma, evocar sus recuerdos de entusiasmo, no tiene más objeto que ella misma. No puede tener otro fin. Y ningún poema será tan grande, tan noble, tan verdaderamente digno de este nombre, como aquel que haya sido escrito únicamente por el placer de escribir un poema.

Escribió Paul Valèry; En las flores del mal no se encuentran poemas históricos ni leyendas; nada que implique una narración; allí no hay periodos filosóficos ni allí aparece la política por parte alguna. Las descripciones son raras y siempre son significativas. Pero allí, en cambio todo es encanto, música, sensualidad poderosa y abstracta.

“BAUDELAIRE SUPERA INMENSAMENTE A VICTOR HUGO, COMO TODO LO MEDITADO SUPERA A LO IMPROVISADO, COMO TODO LO CONDENSADO Y CONCENTRADO A LO INSTINTIVO”

También la poesía tiene razones que la razón no conoce.

Y al final, ocurre con la poesía lo que le ocurrió a San Agustín con el “tiempo”: “Si nadie me lo pregunta, se muy bien que es; pero si alguien me lo pregunta, no podría explicarlo”.

Fuente Única: Andrés Holguín 1918-1989.

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