En el valle
Ladra el diablo a la secretaria del panadero,
se muelen a balazos los guardias del infierno,
no encuentran las llaves las lavanderías de la ciudad,
se disparó y fallo, la maldad ahora devasta tu corazón.
Este eterno fin de semana perdido, sin billar ni circo,
llueve sobre el sol; mil culebras y arroyos de cenizas,
es tan pobre el pasado que se muere de soledad,
suave pisaste sobre mi alma hecha de algodón.
Toque y toque muchas veces la puerta,
fue el consejo que no olvidó el amigo Bob,
enterré para descubrir, enjambres de grandezas,
para incendiar cualquier escondite, para salir al frente,
no es destreza ni muerte heroica, es el corazón el que incendia.
Me queman las manos y no puedo bailar,
son estas las palabras que dicen la verdad,
extraño tu cintura y ardo incapaz,
no es una maldición peor un castigo,
es la incansable necedad de la ceguera,
el sol brillara en silencio, ya lo veras corazón…
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