21/8/07

Peligros sueltos

Se quedan atrapadas las despedidas en mi cabeza,
me olvidé en algún punto del pasado, y no pensé en volver,
hace ya un año murió mi esposa,
entre ella y yo, hacíamos solo amor,
cambié, me deje atrás por ella,
no volví a matar, ni a beber, ni a huir,
mis arrugas ahora solitarias,
no reciben besos de su boca,
su aroma que era desnudez,
ronda ahora por los campos,
cerca de las flores.


Tengo la temeridad ahora demandando salir del lodo,
añado a la esencia del dolor,
un poco de tos,
juventud este presente,
desde el horizonte viene cabalgando alguien,
se acerca lo suficiente,
es una muchacha extranjera arriba de un caballo,
un caballo color arena,
llena de polvo su mirada dice que me necesita,
que no hay nadie como yo,
que soy el mejor,
que mi propia historia se lo contó,
siendo inútil su belleza,
y aquellos ojos que se me entierran,
susurro un no que vuela a sus oídos,
no puedo ser el que ya no soy,
sin decir adiós,
dijo si cambiaba mi opinión,
ella iba hacia el este.


Llegó la duda fría a ser nieve arriba de mi alma,
no quiero volver al pasado pero necesito ese pedazo,
rezo perdón al silencio por lo que voy hacer,
abandono mi árbol sin hojas,
la tumba de mi mujer,
a su vida que fue con mi vida,
su muerte sin mi,
monto al caballo hacia rumbo norte,
donde la chica extranjera.


En ocre y llana pradera la encuentro disparando al aire,
sus balas rozan alguna nube negra,
hiere algún rayo del sol,
guarda su arma aún caliente y me pregunta si voy con ella,
los años me ahorran las preguntas,
las certezas,
y ahora digo que si,
voy contigo extranjera,
y te digo que no soy el mismo de antes,
la maldad con suerte que en mi existía,
mi esposa la suicido,
ató ella a los caballos,
yo encendí una fogata,
limpié de piedras el lugar,
sus labios me preguntaban si todo era verdad,
yo no hablaba,
ella quería a aquel canalla que yo había sido de su lado,
escondió la caída del sol en una carpa para dos,
no hubo más palabras solo un sueño acogedor.


Llegó luego de tres días la hora de la misión,
del instante que nos unió,
en la cima de un seco y polvoso desfiladero,
estábamos los dos,
sus ojos temblaban,
sus dedos no pudieron encontrar el gatillo,
se sentó apoyándose en mi espalda,
sentía yo su miedo, su temblor,
agarre el doble cañón,
hasta los rayos del sol temblaban de temor,
apunte y falle, volví a intentar, volví a errar,
no se en realidad que quiero hacer,
como la vida me lleva de su mano,
la última bala llego a su blanco,
y el pasado regresó para respirar,
para vengar el olvido que fue su hogar durante años en mi.


La noche se arrimo a nuestro silencio,
ella con delicada fragilidad me decía adiós y perdón,
quiso ser mujer y alejarse por siempre del mundo,
persiguió las historias que quería vivir,
su realidad imaginar,
y algo en su mundo le dijo que todavía no,
que era hora de descansar,
sus alas en esta ocasión se quemaron,
su rumbo: su caballo,
quería volver ella a su soledad en oscuras bajo la luna,
rompió cualquier trato conmigo,
no la pude convencer,
se fue cabalgando hacia el sur,
quería su cama, su techo,
bebiendo de una botella de güisqui se fue haciendo mutis.


Aquella vez, la noche durmió conmigo,
se abrigo del frió,
la fogata me convirtió en fantasma,
en amante sólo del fuego,
con sus brazos, el viento se enredo alrededor mío,
como abrazo perdido,
el mundo se quedo en soledad conmigo,
la voz de la fogata me recordaba que estaba vivo,
no quise hallar nada en mi interior aquella noche,
dormí cuando empecé a recordar a mi mujer.


Con el éxito en mis manos,
y la paz de la conquista muy adentro,
quise retornar a hogar,
volver al retiró de mi vida en vida, vida pasada...
no como logran las malas noticias llegar a cualquier sitio,
una chica extraña con dulce inocencia me lo contó,
aquella mujer con quien tu cabalgabas,
la han encontrado muerta.


Aquella muchacha extranjera murió,
no llego a su techo, su cama,
ni sus tristes estrellas se encontraron otra vez con la luna de su mirada,
mi corazón se encerró,
olvide a mi mujer, olvide el presente,
cabalgando bebí todo el día güisqui,
volví a un pasado peor,
en un caballo blanco aquella noche oscura y lluviosa,
regresó el que siempre fui,
a sueldo de venganza,
la botella vacía la arroje al suelo lodoso,
rodó hasta morir,
cabalgando bajo la lluvia encontrare tu felicidad arrancada,
las balas que nunca pudiste disparar,
la aventura de tu risa.


Y fui el mejor en el campo de los valientes,
donde siempre te quise, de donde siempre huí,
quiero que sepan que no hubo nadie como ella,
no se atrevan nunca a olvidarla,
dejarla a merced del tiempo,
en mi mirada ahora hay fuego,
no pude ser otro que el que soy,
abandone mi casa, abandoné la tumba de mi mujer,
no se a donde fui,
y espero que nunca nadie me encuentre.

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