11/2/08

No menciona

Las venas llenas de tinta,
las criaturas listas, muertas,
detalles para las estrellas,
y alitas de libertad para la paz.

Corriente de besos, de ecos,
tiempo en silencio, duerme para mí,
se suelta de las alturas mi ruptura,
se rompe el mundo, se quiebra lo real.

Invitación que envía la noche,
alma descomunal desde las esencias,
las extrañas bendiciones, chispa perfecta,
arde la respuesta que no encuentra pregunta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se me nubló la vista y la capacidad para discernir entre lo que quiero y lo que puedo hacer, como nunca me he dejado convencer por la primera versión de los hechos decidí seguir preguntando. Poco a poco se les hizo más fácil interpretar mi interior, por lo que uno de los ancianos me brindó una copa. Evidentemente no era de amor pero me la tomé a su manera y me dio risa cuando mi destreza nasal le sorprendió ligeramente. Casi de golpe me inundé de sueño y caí dormido.

Soñaba que caminaba en una casa familiar pero macabramente oscura, contigo y algunos familiares cercanos muy queridos. Pregunté sobre los fantasmas que tanto suelen molestar y se me dijo que eran tres. Pedí que se me acompañara al cuarto contiguo a conversar sobre detalles, a pesar de saber muy bien lo difícil que es recordarlos una vez despierto. Cuando comenzaste a hablar se escuchó un estruendo agudísimo y tu explicación medio roja medio negra no logró alcanzar mis oídos, los nervios me enfriaron los pies y las manos. Reconocí de inmediato la situación y en base a mi experiencia, traté de ahuyentar el ruido gritando con todas mis fuerzas. Mi voz se pasmó. Intentaba reiteradamente gritar con amor, a lo que mi boca respondía con mugidos in entendibles, simplemente no pude, se escuchaba en tu corazón un tenue gruñido burlón, ahora en cambió me asusté. Me acerqué por tu espalda hasta tu oído para volver a intentar gritar, pero fue en vano. Tuve que aceptar que por el momento estaba poseído y que se hallaba sofocado mi alarido protector.

Desperté indefenso intentando comprender tu proceder, tu leve sentimiento de culpa, o la razón por la cual me informaste de esa aventura de terror, en realidad esa última es fácil. La vida es dura pensé, me tranquilicé. De todas formas no podía continuar mi camino, el chaquiñan de tamaño de cuento de hongos no se podía ver, la espesa neblina con su arrogancia se lo había tragado y el frío que me envidriaba la piel no permitió a mis pies reaccionar. Y es que pareciera que te acercaste voluntariamente al borde del abismo, a pesar de saber que la caída no la sufrirías solo.

Atrincherado en mi traje anti-maldad predilecto, me senté en el borde del camino, ahora también borde de abismo, que todavía se distinguía a mi alrededor. Caí en cuenta de lo terriblemente peligrosas y/o hermosas que pueden ser las telarañas gigantes, pude ver que me sería difícil pasar el lodazal que por la humedad se estaba formando, y de que por mi tamaño, además de lo mencionado, bien podría terminar de merienda de algún vistoso y filósofo reptil. Saqué la inmensa flor que te tenía guardada y con olerla quedé felizmente aliviado. Permanecí ahí mismo esperando a que el clima mejore inexplicablemente, como suele pasar cuando sobra la fé de hechicero degenerado mal viviente de corazón puro. De entre la niebla se abrió pasó una luz multicolor, resultó ser un anciano, ya muerto de risa y resucitado, que traía otro trago, pude saber que era de amor por las luces que salían del vaso y su parecido con las que emanaba su estómago, me lo entregó sin decir una palabra, dejando muy clara su posición con la mirada. El clima empezó a mejorar, lo único malo era haber caído en cuenta, o pensar haber caído en cuenta, del tiempo y de la forma que ese estúpido invento humano limita la capacidad de conocer, quizás. Por suerte no dejé que las huevas de la duda me vean, me levanté, y solo luego de cerciorar la enormidad de mi sonrisa, guardé el traguito en un pequeño frasco de seda impermeable y decidí continuar.