19/2/08

Quitu, presente & mujeres

Estoy con el corazón hinchado,
inflamado los labios de silbar,
las flores hasta las manos y esquina,
habemos seres y extraños,
soy la parte minimal, animal, intelectual,
abogado y miembro del club de la soledad,
hay mujeres que caminan con su sonrisa,
el cielo en Quitu no se equivoca, la boca acecha.

Flores de mil colores cada cuatro pasos,
olores cuando la ciudad se confunde en páramo,
me envenena cierta desconfianza en el reloj,
y aún más las mujeres que terminan de vivir sin mi,
pero es cada instante una oportunidad para partir;
en cienes de pedazos las confesiones de un ser sin ciudad.

Sospechosa amabilidad, dulce mirada que disfruta,
fresca escarcha en el viento helado del sur, más allá de un viernes,
partir a ningún lugar y llegar a disfrutar de las luces apagadas,
de las mojadas calles que atrás de cada nombre ocultan claridad,
un recuerdo que alguien no olvida, ferias del ramalazo,
trovas siempre afuera, en la plaza cada domingo, claro: violento.

Es el mar tres mil metros arriba del mar,
escalofríos por un posible empate,
entre la ambición frágil y el canalla inefable,
no se dio cuenta Evaristo que lo hicieron estatua,
desde donde cuentan extranjeras lenguas,
los borrachos alegres van a robarles secretos,
la verdad no esperé que Capital Tierra me esperara,
al principio y pequeño fue cadáver beetle el que me amarro acá,
pinchado con alfiler, después del sacrificio sigo aquí,
bajo las leyes que al despertar el sentir del amor me dicta.

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