13/2/08

Ruedas y cenizas

Una vez más, las iglesias, los credos,
el protocolo gesticular de anillos y oro,
la ceremonia podrida y sus zapatitos de gimnasia,
que vergüenza ajena y propia, la mentira y la ortiga,
que no golpea la espalda desnuda de los obispos,
de los cardenales, del papa, del Dios mancillado.

Una vez más hubo el sermón y las ofrendas,
que ayudan a ayudar a la cena parroquial,
para que no falte el vino fino, y la pechuga,
la ensalada exótica y la risa burlona,
escenas del bocio olvidadas en plata,
que golpe a los huevos la mentira en cruz.

Tragaron ceniza muertas los muertos vivos,
en el dedo del arzobispo el réquiem bañado en oro,
y la duda desnuda en mi mente alborotada,
el bien cerquita del megáfono y de la spot light,
no hay sonrisas en la mirada perdida, ida,
la mentira arrugada en los labios;
de la hermana de los hermanos cabrones.

Me arrepiento con mi propio corazón,
por el temor que me da matar esa sagrada seguridad,
hombres de negocios milagrosos, pero negocios,
que los milagros los hace Dios con sus manos,
uñas brillantes que posan en pornografía de pueblo,
vi piernas ausentes, y la necesidad presente,
la necesidad de arrodillarse y decir gracias,
la necesidad de morir en la cruz, o frente de ella,
vi sonrisas limpias de caries, y bocas sin dientes,
entiendo la obra teatral que es el mundo, pero me pierdo,
me pierdo en cada papel que protagonizo,
encuentro mi localidad, mi asiento, y no me siento,
descubro cualidades escondidas a costa de la iglesia,
de cualquier iglesia, no es casualidad, ni error,
que un pecado mortal sea la adoración,
no quiero que los curas se mueran,
sino que se escurran por las alcantarillas mis ojos,
al menos. Es poco y es nada, pero así estoy más tranquilo.
Cabrones.

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