17/6/07

Bob Dylan X Andres y Enrique

La lengua afuera (los extremos se lamen) ... bob asturiano. Por Andres Calamaro
le dieron (dan) a dylan el principe de asturias, que es un premio que distingue a personalidades de, todas las areas, de la cultura (supongo que es el equivalente al konek, en argentonia,porque se lo dieron, ya, a steffy graff, y porque reviste prestigio formal) .. lo felicito a este ejemplo artistico que, es ademas, un gran señor ... tantas veces criticado, hasta la ferocidad, por sus discos, sus libros, sus peliculas, sus dibujos, sus convergentes religiosas .. y hoy consagrado en el parnaso de la bilboard y la posmodernalia ... los periodicos me pidieron texto para saludar a este genuino campeon del rock con letras buenas ... espero que mañana amanezca usted desayunandose con las palabras que le dedico al genial roberto willbury zimmerman dylan ...

y ahora las siguientes re-flexiones (dos puntos)
y si bob, aunque es muy discreto, no sabe donde queda oviedo ?
y si no es monarquico, ni le motiva recibir premios y dar las gracias ?
bob es misterioso pero muy normal y muy roquero, y es probable, aunque no imposible, que estos actos-eventos formales, con autoridades presentes, no le gusten demasiado ... supongo que las 50 lucas no las necesita.


Creciendo en público. Por Enrique Bunbury

Siento una inmensa alegría al escuchar la noticia del premio Príncipe de Asturias otorgado a Bob Dylan, supongo que por una carrera incuestionable de canciones que pueblan la memoria de aficionados de todo el mundo. Para los dylanitas, Bob, es un familiar más cercano que muchos de sangre, consulta diaria y paño de lágrimas de nuestras insatisfacciones. Inmenso letrista, varias veces se comentó la posibilidad de que le fuera otorgado el Nobel de Literatura. Pocas, se ha comentado su grandeza como intérprete, para mí, a la altura de Sinatra o de Elvis. El gran fraseador: nunca se preocupó demasiado por la longitud de sus versos, ni por el indudable peso intelectual de sus palabras a la hora de construir mágnificas melodías que sitúan al folklore norteamericano a la altura de las obras cumbres de la historia de la música. No hay intérprete popular que no se haya referido a él en los últimos cincuenta años, provenga del rock, del blues, del jazz, de la canción de autor, de la chanson, incluso del folklore latinoamericano. Todos debemos algo a Dylan, muchos sin lograr ni remotamente sus logros líricos o poéticos.

Tardé mucho en caer prendido en la obsesión dylaniana, quizás cegado por un puñado de adaptaciones al castellano, más cercanas al kumbayá que al rockanrol, pero cuando lo hice, no hace tantos años, fue amor del bueno y para siempre. Seguramente, muchos de los que no han profundizado en su obra, y conozcan sólo algunos de sus éxitos incontestables, no alcancen a comprender la extensión de su legado, -insisto como letrista, compositor e intérprete-, y crean, todavía, que su gutural voz es monótona y aburrida; pero adentrarse en los recovecos de su garganta y sus melodías atípicas y complejas son un laberinto de aprendizaje absolutamente fascinante. La última gira que realizó por España, la del Love & Theft, fue, además para mí, un peregrinaje que me hizo recordar mis primeros conciertos como fanático de bandas mucho más banales e intrascendentes. Me comporté como, supongo, debe hacerlo un quinceañero frente a Robbie Williams o así. Condujimos tras su autobús, hicimos fotos insignificantes a su equipo técnico con el móvil, y esperamos que en alguna gasolinera pudiéramos ver a Bob bajando a por un Kit kat. Chorradas a parte, seguir la gira fue, descubrir, un poco, el rompecabezas mental y musical que practica Zimmerman en su Neverending Tour, exigiendo al espectador una atención inaudita en un espectáculo de música popular, para descubrir las canciones interpretadas, los álbumes a los que pertenecen y y el pedazo de texto cambiado. Además, no pudimos verle con la guitarra en bandolera, que es lo que su público parece desear, sino detrás de un Farfisa, buscando algo de entretenimiento en el tedio de la gira. Aprendiendo en público o como decía Lou Reed "Growing up in public"

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